martes, 17 de mayo de 2011

LA VOLUNTAD

La voluntad se pone a prueba cada vez que debemos esforzarnos a realizar ciertas tareas que a la final no son tan apetentes, como terminar un trabajo a pesar del cansancio, estudiar una materia que se nos hace difícil, arreglar la casa, levantarnos temprano, etc.


La voluntad puede ejercerce también de manera mas espontánea, por ejemplo, cuando nos sentimos muy motivados a realizar una actividad especifica, como iniciarnos en algún pasatiempo, en la práctica de un deporte, o en la organización de una fiesta.
En muchas ocasiones algo que iniciamos con gusto y entusiasmo, al poco tiempo se convierte en un verdadero agobio ya sea por su dificultad o por la presencia del aburrimiento. Allí es cuando la voluntad toma un rol decisivo ya que cuando sea necesario e importante, esta nos ayudará a continuar y vencer el desafío.
Con mucha facilidad y a menudo nos dejamos llevar por el gusto, la pereza o la frivolidad y dejamos de hacer cosas importantes y significativas. Hay jóvenes, por ejemplo, que dedican horas y horas a juegos electrónicos abandonando sus estudios; hay casas en las que todo es un desorden porque el dueño no se a propuesto un plan de arreglo y limpieza; hay oficinas en las que uno entra y provoca desesperación ver tanto reguero que hace mucho más difícil desenpeñar un buen trabajo. Notarán -entonces- que en todos estos ejemplos está presente la falta de voluntad para llevar una vida organizada y disciplinada.
Nadie escapa a la influencia negativa de la apatía, el conformismo y la comodidad -malos consejeros que constantemente están fastidiando nuestra capacidad para ser eficientes y competentes-. Sinembargo, es necesario sacudirse, buscar maneras para motivarse, técnicas para reconquistar el control sobre nuestras vidas.

La voluntad es como un músculo del cuerpo. Los músculos se hacen más débiles en la medida que dejan de moverse, de utilizarse y de ejercitarse. Lo mismo ocurre con la voluntad, cada situación que requiere esfuerzo es una oportunidad para fortificarla, tonificarla y robustecerla, porque si no se lo hace la voluntad pierde cuerpo, forma, consistencia y fuerza. 

La vida es una lucha para todos y cada uno de nosotros debemos asumir responsabilidades, cumplir con nuestras tareas, perfeccionar nuestros talentos. Nunca olvides que estamos capacitados física y mentalmente para realizar grandes conquistas, alcanzar el éxito y lograr metas.

LA HONESTIDAD

Ser honesto es ser real, auténtico, genuino. Ser deshonesto es ser falso, ficticio, impostado. La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás. La deshonestidad no respeta a la persona en si misma ni a los demás. La honestidad tiñe la vida de apertura, confianza y sinceridad, y expresa la disposición de vivir en la luz. La deshonestidad busca la sombra, el encubrimiento, el ocultamiento. Es una disposición a vivir en la oscuridad.
La deshonestidad no tendría ningún papel en un mundo en que imperara la realidad y estuviera habitado por seres humanos plenamente conscientes. Desgraciadamente, debemos de convivir con la deshonestidad. Los humanos, abrigamos una variedad de tendencias e impulsos que no armonizan espontáneamente con la razón. Los seres humanos necesitan práctica y estudio para convertirse en personas benévolas en las que retomar la chispa divina de la que emergimos. En ese intento hacen muchas cosas que la prudencia les aconseja ocultar. Mentir es una “fácil” herramienta de ocultamiento y, cuando se emplea a menudo, pronto degenera en un vicio que arrastra hacia lo contrario.



La honestidad es de suma importancia. Toda actividad social, toda empresa humana que requiera una acción concertada, se atasca cuando la gente no es franca. La honestidad no consiste sólo en la franqueza, la capacidad de decir la verdad, sino en la honestidad del trabajo honesto por una paga honesta.

¿Cómo se cultiva la honestidad? Como la mayoría de las virtudes, conviene desarrollarla y ejercitarla en armonía con las demás. Cuanto más se ejercita, más se convierte en una disposición afincada. Pero hay una respuesta rápida que se puede dar en tres palabras: tomarla en serio. 
Se debe reconocer que la honestidad es una condición fundamental para las relaciones humanas, para la amistad, para la auténtica vida comunitaria. Pero se debe tomar en serio por sí misma, no “como la política más conveniente”. 
Hay una gran diferencia entre tomar en serio la verdad y no dejarse pillar. Los padres a menudo decimos “que no te pille de nuevo”, y es comprensible, pero una vida buena y honesta es más que eso. El desarrollo moral no es un juego de “píllame si puedes”. Conviene concentrarse en lo que importa de verdad, la clase de persona que uno es, y la clase de persona que uno quiere ser.  No hay medias tintas con la honestidad.